sábado, 26 de noviembre de 2011

Introducción sinfónica a las "Rimas"

Los extravagantes hijos de mi fantasía duermen por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, esperando en silencio que el Arte los vista de la palabra, para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la Miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándolo de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.
Y aquí, dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida obscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación, dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la medianoche que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en terrible, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por dónde salir a la luz de las tinieblas en que viven. Pero, ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo, que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos. Mudos, sombríos e impotentes, después de la lucha inútil lucha vuelven a caer en los surcos de las sendas, si cae el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino […].
El Insomnio y la Fantasía siguen procreando en monstruoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso a las aguas más profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.
¡Andad, pues; andad y vivid con la única vida que puedo daros! Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables. Os vestirá aunque sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. ¿Más es imposible?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Las dos poesías, según G.A. Bécquer

Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura.
Hay otra natural, breve y seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye; desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía.
La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo.
La segunda carece de medida absoluta: adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas.
La primera es una melodía que nace, se desarrolla, acaba y se desvanece.
La segunda es un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso.
Cuando se concluye aquella, se dobla la hoja con una suave sonrisa de satisfacción.
Cuando se acaba ésta, se inclina la frente cargada de pensamientos sin nombre.
Gustavo Adolfo Bécquer,
prólogo a la obra La soledad de Augusto Ferrán (1861).

martes, 22 de noviembre de 2011

Dos poemas de Heinrich Heine (1797-1856)

XX
Si supieran las flores
cuán triste y lacerado
está mi corazón, derramarían
de sus perfumes, en mi herida, el bálsamo.

Si supieran las aves
cuán triste y cuán enfermo
estoy, alegres cantos
dieran, por distraer mi pena, al viento.

Si las estrellas de oro
conocieran mi pena,
el cielo dejarían y a prestarme
consuelos de fulgores descendieran.

Pero ¡ay! que nadie puede
conocer mi quebranto;
ella sólo lo sabe,
ella, que el corazón me ha destrozado.

LV

En noche fría y triste, paseaba
por el bosque sombrío mi tristeza,
y el árbol que a mi paso despertaba,
compasivo inclinaba la cabeza.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Qué significa el nombre de “las llamas”?


El instituto “Las Llamas” toma su nombre de la zona de la ciudad de Santander en donde está situado. Esta zona es conocida desde antiguo con el nombre de Las Llamas.
A pesar de que la palabra nos lleva a pensar directamente en la voz llama con el sentido de “fuego”, el significado no tiene nada que ver con esta realidad.
Llama o lama es una palabra que significa “cieno blando, suelto y pegajoso, de color oscuro, que se halla en algunos lugares del fondo del mar o de los ríos, y en el de los recipientes o lugares en donde hay o ha habido agua largo tiempo” (Diccionario de la Real Academia, v. lama).
En nuestro caso, el significado lo recibe de la vaguada que en la actualidad ocupa el parque. Antes de la construcción del parque, Las Llamas era un lugar en donde se acumulaban las aguas pluviales en el fondo de la hondonada. Eran aguas estancadas que llegaban a convertirse en pútridas al cabo de los días. Por esa razón, antes de la construcción del parque se tuvo que acometer el saneamiento de toda la zona, impidiendo el estancamiento de las aguas.
Con respecto al origen de la palabra, existen tres teorías. El filólogo catalán Joan Corominas defiende un origen latino a partir de la raíz lama, “charco”; por su parte, Ramón Menéndez Pidal propone un origen ambroilirio; por último, Hubshmidt plantea una etimología celta. En todo caso, lama o llama es una palabra que solo se utiliza en el noroeste de la Península Ibérica, lo que da más verosimilitud a la tercera de las hipótesis.
Esta palabra presenta dos formas: con <l-> inicial (lama) o con palatalización de <l-> inicial (llama).
Con la aplicación de distintos sufijos, forman parte de la misma familia léxica palabras como llamedo, llamiza, llamosa, llamera, llamazar o llamazares. En todas ellas el terreno cenagoso que almacena agua es el que dio origen al nombre.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La creación poética, según Bécquer

Es una verdad tan innegable que se puede elevar a la categoría de axioma el que nunca se vierte la idea con tanta vida y precisión como en el momento en que esta se levanta semejante a un gas desprendido y enardece la fantasía y hace vibrar todas las fibras sensibles, cual si las tocase alguna chispa eléctrica.
Yo no niego que suceda así. Yo no niego nada; pero, por lo que a mí toca, puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno y revestido, por decirlo así, de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca, y tienden sus alas transparentes, que bullen con un zumbido extraño, y cruzan otra vez por mis ojos como en una visión luminosa y magnífica.
Entonces no siento ya con los nervios que se agitan, con el pecho que se oprime, con la parte orgánica natural que se conmueve al rudo choque de las sensaciones producidas por la pasión y los afectos; siento, sí, pero de una manera que puede llamarse artificial, escribo como el que copia de una página ya escrita; dibujo como el pintor que reproduce el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde entre la bruma de los horizontes. [...]
Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar como un tesoro la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que estos son los poetas. Es más: creo que únicamente por esto lo son.
Gustavo Adolfo Bécquer, Cartas literarias a una mujer