martes, 22 de noviembre de 2011

Dos poemas de Heinrich Heine (1797-1856)

XX
Si supieran las flores
cuán triste y lacerado
está mi corazón, derramarían
de sus perfumes, en mi herida, el bálsamo.

Si supieran las aves
cuán triste y cuán enfermo
estoy, alegres cantos
dieran, por distraer mi pena, al viento.

Si las estrellas de oro
conocieran mi pena,
el cielo dejarían y a prestarme
consuelos de fulgores descendieran.

Pero ¡ay! que nadie puede
conocer mi quebranto;
ella sólo lo sabe,
ella, que el corazón me ha destrozado.

LV

En noche fría y triste, paseaba
por el bosque sombrío mi tristeza,
y el árbol que a mi paso despertaba,
compasivo inclinaba la cabeza.

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